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Hace seis décadas, el mundo quedó estremecido por el asesinato del presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, marcando el inicio de uno de los períodos más sombríos en la historia política del país. El líder demócrata de 46 años fue fatalmente herido en la cabeza mientras su vehículo cruzaba una zona abierta en el centro de Dallas, Texas, dando paso a un asesinato que aún hoy está envuelto en un velo de misterio y teorías de conspiración.
Minutos después del trágico suceso, la reportera de Associated Press, Peggy Simpson, se apresuró hacia la escena, uniéndose de inmediato a los agentes de policía congregados en el edificio desde donde se cree que el francotirador disparó. Manteniéndose incansablemente cerca de la noticia, Simpson compartió que nunca se apartó del lugar y, siempre que obtenía información de los agentes, corría hacia un teléfono público para informar a sus editores antes de regresar nuevamente al lado de la policía. Este fatídico día marcó el comienzo de una era turbulenta y dejó una cicatriz duradera en la historia política de Estados Unidos.
MITO:
La vida de John F. Kennedy llegó a su fin en el apogeo de su existencia. Aunque su mandato no presenció la promulgación de numerosas leyes, es innegable que muchas de sus propuestas se materializaron en el futuro. Por esta razón, para muchos, Kennedy persiste como el hombre que tenía el potencial de poner fin a la segregación racial en el país o de cerrar las heridas provocadas por la guerra en Vietnam.
El porvenir de JFK se vislumbraba sumamente prometedor, y su narrativa inacabada se ha construido considerando todo lo que pudo haber logrado si el tiempo le hubiera sido más generoso. Por esta razón, se ha convertido en un ícono del mito político, alguien cuya huella podría haber dejado una marca indeleble en la historia de Estados Unidos. La aura heroica que siempre lo ha rodeado ha tendido a eclipsar aspectos más oscuros de su vida, como sus escándalos sexuales o su reputación por ser reservado y distante.