Nueva York, Estados Unidos – Hilda quien nos pidió que no compartimos su apellido ni foto, es una dominicana oriunda de Miches, quien alguna vez tuvo un empleo estable y bien remunerado en su país, ahora se encuentra trabajando como conductora de Uber en la bulliciosa ciudad de Nueva York. A pesar de tener una carrera universitaria y una vida estable en República Dominicana, Hilda decidió aventurarse en busca del sueño americano, pero hoy en día se arrepiente de su decisión.
Con lágrimas en los ojos, Hilda relata cómo dejó su trabajo en República Dominicana, donde ganaba un salario de 56,000 pesos mensuales, debido a las promesas de una vida mejor en los Estados Unidos, según le aseguraron amigos y familiares. Sin embargo, la realidad que ha encontrado en Nueva York ha resultado abrumadora y decepcionante.
Actualmente, Hilda estima que está ganando entre 3,000 y 5,000 dólares al mes, pero después de pagar impuestos, alquiler, comida y enviar dinero a familiares y amigos en República Dominicana, se ve obligada a trabajar entre 12 y 14 horas al día para poder llegar a fin de mes. Esta situación la ha sumido en una profunda sensación de miseria y desesperación.
"Creí que venir aquí sería la oportunidad de una vida mejor para mí y mi familia, pero ha sido todo lo contrario. Trabajar tantas horas al día, lidiar con los gastos diarios y enviar remesas a mi país me ha dejado agotada física y emocionalmente", afirma Hilda con voz entrecortada.
La historia de Hilda no es un caso aislado. Muchos profesionales altamente educados de República Dominicana se encuentran en situaciones similares en Estados Unidos. A pesar de sus títulos universitarios y años de experiencia en sus campos respectivos, muchos de ellos se ven forzados a tomar trabajos de bajo nivel debido a las barreras lingüísticas, la falta de reconocimiento de sus credenciales y la falta de redes profesionales en su nueva tierra.
La experiencia de Hilda es un recordatorio de los desafíos que enfrentan los inmigrantes altamente educados en su búsqueda por una vida mejor. A pesar de sus logros académicos y profesionales en sus países de origen, se ven obligados a renunciar a sus carreras y luchar diariamente para sobrevivir en Estados Unidos.
"Extraño mi trabajo anterior, mis colegas y la estabilidad que tenía en República Dominicana. Aquí me siento atrapada en un ciclo interminable de trabajo duro sin ver resultados significativos. Es la peor decisión que he tomado", confiesa Hilda con pesar.
Aunque Hilda sigue luchando para mantener a su familia en República Dominicana y enviarles dinero, no pierde la esperanza de que algún día su situación mejore. Desea encontrar una oportunidad que le permita utilizar plenamente sus habilidades y conocimientos adquiridos a lo largo de su carrera.
La historia de Hilda es solo un ejemplo de las dificultades que enfrentan muchos inmigrantes dominicanos altamente educados en Estados Unidos. Su determinación y sacrificio son representativos de la lucha que muchos profesionales enfrentan mientras buscan brindar una vida mejor a sus seres queridos.
A pesar de los desafíos y las dificultades, es importante reconocer y valorar la valentía y la perseverancia de estos individuos. A menudo, se enfrentan a barreras y obstáculos que pueden socavar su autoestima y desgastar su bienestar emocional. Sin embargo, siguen adelante, trabajando incansablemente y enviando remesas a sus familias en República Dominicana, con la esperanza de un futuro mejor.
Es fundamental que se preste atención a las historias como la de Hilda y se aborden los problemas subyacentes que dificultan la integración de los inmigrantes altamente educados en el mercado laboral de Estados Unidos. La valoración de las credenciales extranjeras, la creación de programas de apoyo y la promoción de redes profesionales son algunas de las medidas que pueden ayudar a aprovechar al máximo el potencial de estos individuos y contribuir al desarrollo económico y social tanto de Estados Unidos como de República Dominicana.
En última instancia, la historia de Hilda y otros profesionales dominicanos que enfrentan desafíos similares nos recuerda la importancia de construir sociedades inclusivas y oportunidades equitativas para todos los inmigrantes. Solo a través de una colaboración constante y un esfuerzo conjunto podemos aspirar a crear un futuro en el que los talentos y las habilidades de todos sean reconocidos y valorados, sin importar su origen o circunstancias.